Periodismo y estigmatización

El sábado 25 de octubre se llevó a cabo en Bogotá un simposio titulado “El estigma en salud mental y los medios de comunicación”, auspiciado por The Carter Center, la Universidad de la Sabana y la Asociación Colombiana de Bipolares.

 Médicos y expertos en el tema disertaron sobre la necesidad de “garantizar el respeto por la dignidad de las personas con trastornos mentales” y de desterrar del lenguaje del periodismo generalizaciones que nacen de la ignorancia y que se traducen en calificativos y expresiones que inducen a la discriminación.

  El lunes 27 el diario El Tiempo, que precisamente el sábado había publicado un editorial sobre la salud mental en Colombia, sacó un recuadro que dice: “Detrás de los asesinos solitarios suele haber individuos con graves trastornos mentales como esquizofrenia y bipolaridad”. Unos días antes, en el mismo diario se reproducía una opinión según la cual entre los jóvenes yihadistas europeos predominan “los depresivos”. Dos muestras perfectas de lo que en el simposio se pidió desterrar: generalizaciones sin sustentación que contribuyen a reafirmar el estigma social que persigue a las personas que padecen algún mal mental.

 Es posible que entre los jóvenes yihadistas haya alguno con síntomas de depresión. Pero eso no quiere decir que los 350 millones de personas que la sufren sean propensos a las acciones violentas ni a optar por el camino de lo subversivo. Y se puede dar que una persona en un estado maníaco agudo, presa de delirio, por ejemplo, cometa homicidio. Pero el porcentaje de estas acciones es tan bajo que precisamente por eso se constituyen en noticia. Me atrevería a pensar que la enorme mayoría de los autores de masacres infames, de feminicidas por celos, de delincuentes que matan por robar un celular, son “normales”. Una palabra siempre sospechosa. De otro modo, nuestros hospitales mentales estarían llenos. La violencia de la persona con bipolaridad o esquizofrenia, cuando la hay, suele ser más bien contra sí mismo, pues deseando que su dolor cese recurre al suicidio. Y hay cientos de personas con esos males que llevan vidas pacíficas, incluso funcionales, que les permiten sostenerse en su trabajo y tener relaciones de pareja. Si examinamos las biografías de los numerosos artistas afectados por la enfermedad mental —Van Gogh, Sylvia Plath, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Robert Walser—, podemos ver que en medio de su profunda desdicha fueron altamente creativos, llegando algunos a tener matrimonios, hijos, poderosas amistades. Un caso reciente es el de Catherine Zeta-Jones, quien confesó abiertamente que padece bipolaridad y, sin embargo, después de sus crisis regresa a la actuación.

Algunos periodistas lo que hacen es reproducir los prejuicios del común de la gente. Recordemos que un enfermo es mucho más que la enfermedad, y que la estigmatización lo induce al ocultamiento, afecta su autoestima y reduce sus posibilidades vitales. Yo sueño que así como se está ganando la batalla contra la estigmatización de los homosexuales, después de años de represión y descrédito, haya un día en que las personas con enfermedad mental puedan confesarla, y en vez de rechazo reciban respeto y oportunidades de vida.

Fuente: El Espectador, 2.11.14 por Piedad Bonett, poeta, novelista, dramaturga y crítica literaria colombiana.

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