Del periodismo sus fallas

La primera quincena de mayo trae al Día del Periodista Boliviano y, como toda fecha conmemorativa, ésta debería servir para una reflexión sobre el presente y futuro de este sector de nuestra sociedad.
Y si hablamos de presente y futuro, obviando el pasado, es porque pese a su cualidad de registrador permanente de la historia, el periodismo boliviano ha descuidado el estudio de sus orígenes.
La historia del periodismo en nuestro país ocupa un lugar secundario en los planes de estudio de las carreras de Ciencias de la Comunicación y en algunas simplemente no existe. En las escasas ocasiones en que se toca el tema, el estudio se remonta a la llegada de la imprenta a Sudamérica y esto nos lleva hasta 1538, cuando el italiano Antonio Ricciardi introdujo una de esas máquinas a Lima. En el caso de lo que hoy es Bolivia, el dato mayormente aceptado es el de la imprenta que se instaló en 1600 en Juli, cuando ese pueblo dependía de la Audiencia de Charcas.
Sin embargo, es preciso apuntar que en aquellos lejanos años la imprenta no estaba tan ligada al periodismo como lo está ahora. Gustavo Adolfo Otero hace notar que los aparatos de impresión que fueron introducidos a América, la mayoría por religiosos, tenían “la finalidad de realizar la difusión proselitista de la fe católica, mediante la expansión gráfica de los catecismos, vocabularios indígenas, novenas y libros piadosos”.
Por tanto, la imprenta no llegaba para difundir la cultura, sino a ganar adeptos. Había una intención política por detrás como político fue el origen del periodismo moderno.
Aquí tenemos, entonces, dos de las grandes fallas de nuestro periodismo. Una de ellas, quizás la mayor, es considerar que esta actividad es apolítica cuando su origen fue precisamente político. Los periódicos tienen su antecedente en el “Acta Diurna”, el boletín que Julio César
mandó a fijar en lugares públicos de Roma con el claro propósito de controlar la información en tiempos en los que las conspiraciones eran permanentes.
Y si el gobernante romano más famoso ya sabía que la información es poder, no es de extrañar que los sacerdotes, particularmente los jesuitas, hayan entendido el valor que tenía la imprenta como difusora de ideas.
Inventada por chinos y japoneses entre los años 770 y 923, la imprenta fue perfeccionada por Gutenberg apenas 42 años antes de la llegada de Colón a América. He ahí la importancia que tuvo su introducción al continente.
No obstante, pese a que su finalidad primera era la evangelización, en realidad se convirtió en un instrumento más para el sometimiento de los americanos, en una nueva manera de colonización. Por ello, considero totalmente inadecuado estudiar la historia del periodismo a partir de la llegada de la imprenta.
En 1943, Carlos Montenegro ganó el primer concurso sobre historia del periodismo convocado por la Asociación de Periodistas de La Paz con su ahora famoso “Nacionalismo y Coloniaje”. Es este libro el que incluye, quizás por primera vez, el dato del Rimay Pampa, un espacio urbano de las poblaciones prehispánicas en el que se contaban las últimas noticias.
Ese no tan simple dato es simplemente una muestra de lo mucho que nos falta conocer sobre el pasado del periodismo boliviano. Otra gran falla es, entonces, el limitar nuestra área de estudio a la introducción de la imprenta en el momento de sumergirnos en esa historia.
Un estudio más o menos concienzudo de la historia del periodismo boliviano permitiría descifrar algunas de sus claves y entender, sobre bases ciertas y científicas, por lo menos unas cuantas de sus complejidades.
Fuente: Los Tiempos, 3.5.13 por Juan José Toro, Premio Nacional en Historia del Periodismo

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