El periodismo, rama de la literatura

por Alberto Zelada Castedo 
Entre los muchos rasgos que lo distinguían, el celebrado periodista polaco Ryszard Kapuscinski, se destacó por su habilidad para expresar sus ideas con frases certeras, cargadas de sentido. Distinguido con el premio Príncipe de Asturias poco antes de su fallecimiento, ha pasado a la historia como un testigo de excepción de muchos acontecimientos que marcaron el siglo XX.
Se formó como historiador. Sin embargo, en un determinado momento, tal como el mismo confiesa, tuvo que optar entre los estudios históricos o el periodismo. Al inclinarse por este último oficio se volcó, según sus propias palabras, a “estudiar la historia en el momento mismo de su desarrollo”. Esta es la tarea primordial del periodista, o sea, “investigar, explorar, describir” la historia que se está formando o que transcurre en un momento preciso.
A pesar de la similitud entre los dos oficios, no son pocas las diferencias entre uno y otro. La primordial es que el historiador se esfuerza, antes que nada, en descubrir y describir o narrar lo que ha sucedido, mientras que el periodista se empeña además en buscar una explicación del acontecimiento, o sea, en tratar de responder a la pregunta “¿por qué?”. “Tener una sabiduría y una intuición de historiador –dice Kapuscinski– es una cualidad fundamental para todo periodista”. Sin embargo, el “buen periodismo”, aparte de describir el hecho, se empeña en presentar sus posibles causas, conexiones y contexto.
En conexión con esta idea y en respuesta a una pregunta del público durante una tertulia llevada a cabo en Italia a fines de los años 90, el distinguido periodista señaló que las “fuentes” de las que se valía para sus trabajos eran tres: en primer lugar, la gente o los “otros” a quienes hay que indagar sobre los hechos y sobre su visión de los hechos; en segundo lugar, los documentos, los libros, los artículos sobre cada tema; en tercer lugar, el “mundo que nos rodea” que equivale al “clima”, a la “atmósfera” que envuelve a los acontecimientos.
En nuestro tiempo, las dos primeras fuentes plantean serios desafíos pues crecen constantemente. El primer problema es seleccionar con propiedad a los “otros” y, en buena medida, su solución depende de la “intuición” y de la “suerte”. El segundo problema es el contacto fugaz con los otros, pues, como advierte el escritor, “la gente sobre la que vamos a escribir la conocemos durante un brevísimo período de su vida y de la nuestra”. En definitiva, la clave o el “secreto de la cuestión” está en apropiarse de aquellas cosas que las personas pueden decir en un breve período de tiempo.
Un último problema deriva de que “cada uno de nosotros ve la historia y el mundo de forma distinta”. De todo acontecimiento se obtienen muchas versiones enraizadas en diversos modos de ver e interpretar la realidad. Pero, además, con el tiempo cambian las actitudes y los recuerdos, tanto de aquellos a quienes se indaga como del periodista que vierte en un texto su experiencia.
Al periodismo que practicó, Kapuscinski lo consideraba una “nueva rama de la literatura” que tenía “dos grandes enemigos”.
Primero, los “escritores de ficción” que no admiten a los reporteros en su casa y, segundo, los “periodistas puros” que no “tienen ganas de hacer algo que no sea pura noticia, pura información”. En cierta medida, estos últimos son producto de los tiempos actuales, en los cuales el valor de la noticia o del texto que antes era “dar cuenta de la verdad” ha sido sustituido por la “búsqueda de lo interesante o lo que se puede vender”.
Fuente: Los Tiempos, 5.6.13 por Alberto Zelada, boliviano miembro del Observatorio Político de la Universidad Gabriel René Moreno

Comente