por María Galindo
Cualquier persona o cualquier colectivo de dos o de 2.000 personas tiene abiertas las puertas de Radio Deseo para la formulación de un programa. No tienen que ser exclusivamente mujeres, ni mucho menos necesariamente feministas. El requisito tampoco es el dinero; planteamos a todos los productores y productoras un pacto ético que descansa sobre cinco premisas: no hay cabida para manifestaciones racistas, machistas ni clasistas; respeto al aborto; a las mujeres en situación de prostitución; a la homosexualidad; ninguna filiación partidaria ni eclesiástica. El desafío está en la calidad de su propuesta.
Con esas premisas, en estos seis años de existencia, podemos decir que Radio Deseo ha desatado una y otra vez todo tipo y calaña de voces; por eso el equipo es un circo, un zoológico, un espacio plural y diverso abierto a la sociedad en todos los sentidos y más que ningún otro medio de comunicación. Para hacerlo, hemos relativizado el papel de intermediarios que tienen “los y las periodistas”, evidenciando que su intermediación es desastrosa e indeseable las más de las veces. Por ejemplo, cuando pensamos en cómo se cubren los temas de prostitución, violencia contra las mujeres, homosexualidad, etc., el problema no es la línea del periódico, sino la cabeza omnipotente de un periodista que muchas veces no sabe de lo que está hablando.
La música en Radio Deseo es uno de los ejes centrales porque no es un relleno, sino que está seleccionada dando paso a la obra completa de autores y autoras, sin límite de género ni de época, y bajo la lupa experta de Sergio Calero.
Uno de los dramas internos de Radio Deseo es la autosostenibilidad. Hemos caminado sobre la cuerda floja estos seis años y ahora podemos decir que somos capaces de bailar sobre esta cuerda sin miedo a caernos. La empresa privada en Bolivia, hace ya más de dos décadas que ha preferido invertir más que en publicidad, en la compra de acciones dentro de los medios de comunicación para abaratar sus costos de publicidad y garantizarse la protección mediática de sus intereses. Así que en la repartija de esa publicidad, Radio Deseo tiene pocas posibilidades; queda entonces la publicidad estatal, tanto municipal como gubernamental. Y la cosa ahí es tanto o más grave que en el contexto privado: el Estado seguramente es uno de los que mayor cantidad de dinero invierte en publicidad; sin embargo, el modelo empresarial de control del medio a través de la publicidad en el caso del Estado es más dramático todavía, la publicidad es usada como mecanismo velado de chantaje y censura. Tanto el gobierno municipal como el Gobierno central tienen una política muy simple: cero publicidad si me criticas.
Hemos tenido que inventarnos otra manera de sostener la radio y ésa es regalando nuestro trabajo. Somos más de 30 personas en este compromiso, porque para cada uno hacer radio es una pasión de vida.
Por eso, en este espacio, quiero agradecer de todo corazón, una a una, a las y los productores que hacen de esta radio un lugar de libertad y una vertiente inagotable de propuestas. Tanto a los y las que hacen programas de especialidad cultural, como a los y las que han hecho de la radio una trinchera de lucha contra la usura bancaria, contra el bullying, contra el racismo, contra la homofobia, contra el abuso de poder y más.
Creo que sin un afán conceptual predeterminado, sino que desde los hechos y las formas de hacerlo, Radio Deseo reinventa lo que podemos entender por un medio de comunicación en nuestro medio y quien primero lo ha percibido ha sido el público.
Radio Deseo cumple seis años al aire habiendo construido un público complejo; diferentes grupos etarios, diferentes sectores sociales, diferentes visiones de la vida. Una radio feminista capaz de acoger las más diversas cuestiones y capaz de comunicarse con el conjunto de la sociedad. Gracias al público, entonces, por esa compañía.
Deseo volverte a enamorar, deseo divorciarme, deseo ser feliz, deseo vomitar.
¿Y el feminismo? El feminismo es eso justamente: la rebeldía permanente y la alianza con todos los y las rebeldes .
Fuente: Página siete, 10.7.13 por María Galindo, feminista