por Romel Gustavo Jurado Vargas
El desafío: renunciar a los lenguajes escrito, verbal y visual que están habitados por lugares comunes y por el uso de la descalificación e incluso el insulto, la violencia y la burla del otro como recurso fácil de una comunicación sin horizonte ni sentido social.
Uno de los mayores desafíos que crea la Ley de Comunicación, para muchos medios impresos y audiovisuales así como para los comunicadores que trabajan en ellos, es renunciar a los lenguajes escrito, verbal y visual que están habitados por lugares comunes y por el uso de la descalificación e incluso el insulto, la violencia y la burla del otro como recurso fácil de una comunicación sin horizonte ni sentido social.
Más de un animador, de los llamados programas de entretenimiento de radio y televisión, se niega a suprimir el uso de expresiones estigmatizantes o discriminatorias en contra de los afrodescendientes, las mujeres, las personas de la tercera edad, las personas con capacidades especiales, los indígenas, los extranjeros, porque cree que sin estos contenidos y sin la exhibición sexista de los cuerpos perderá la capacidad de “divertir” a sus audiencias y, más importante todavía, perderá sintonía.
Asimismo, más de un entrevistador de los llamados programas de debate político no puede entender su trabajo sin echar cizaña en el tratamiento de cada situación que lleva a su espacio de comunicación, ya por sí misma conflictiva o problemática. Estos presentadores creen sinceramente que traicionan su papel y defraudan a sus seguidores si no convierten la cabina de radio o el set de televisión en una arena de lucha en donde los concurrentes se agredan constantemente. Disfrutan y promueven los insultos y las agresiones verbales porque, de lo contrario, consideran que al debate le faltó sal, condumio o potencia.
No falta el narrador de crónica roja, redactor político, periodista deportivo o editorialista que llene sus textos de expresiones sardónicas, agresiones verbales e ironías innecesarias. Al parecer, ellos tienen la convicción de que la expresión escrita tiene que herir para servir.
Frente a este escenario, el art. 71 de la Ley de Comunicación propone que el lenguaje usado en los medios de comunicación, aun en espacios de entretenimiento, debe ser consecuente con el ejercicio de los derechos humanos. Esto implica conocer, interiorizar y usar el léxico que estos derechos nos proponen, por una simple y poderosa razón, este es el lenguaje del respeto y la convivencia civilizada.
La Ley de Comunicación también desafía a los medios de comunicación y a los ciudadanos para que construyamos audiencias críticas, esto es, que seamos capaces de interpelar la validez de los argumentos e ideas que circulan a través de los medios, que abandonemos la comodidad de ser receptores pasivos de la información y participemos activamente en la producción de sentidos, opiniones y reflexiones sobre lo que pasa a nuestro alrededor y nos afecta para bien o para mal.
También, la Ley de Comunicación establece que es responsabilidad de los medios de comunicación generar las condiciones para que los problemas o conflictos que se debaten en estos espacios sean tratados de forma deliberativa y con la finalidad de encontrar soluciones a los conflictos que hacen parte de nuestra vida social, económica y política. Nos propone una comunicación que sirva para la paz, la integración en todas sus formas, el diálogo de las diversidades que formamos este país y el respeto al Estado de Derecho.
Los medios de comunicación y quienes los habitan tienen –tenemos– el desafío de desarrollar lenguajes compatibles con lo que la sociedad y la ley esperan de nosotros. Tengo la convicción de que en poco tiempo estaremos a la altura de ese desafío, eso equivaldría a democratizar la comunicación no solo desde la perspectiva de la multiplicidad de voces, sino desde su finalidad social más trascendente: forjar las bases del diálogo orientado al entendimiento y a una convivencia cada día más humanizada y solidaria. En materia de comunicación, sin duda, somos lo que decimos.
Fuente: El Universo, 15.8.13 por Romel Jurado, ecuatoriano, profesor de posgrado y consultor en temas de derechos humanos y de la comunicación.