por Ricardo Tello
Juanito llegó al diario local como el deportista que conquista la meta. Como el montañista que supera la cumbre. Como el estudiante que llega a su investidura.
Soñaba periodismo. Y estudió todos los años que fueron necesarios para hacerlo una realidad. Hasta llegar al diario local.
Solo que no se instalaría en la sala de redacción. Ni se embarcaría en los vehículos que salían de cobertura. Ni teclearía, a su manera, las noticias. Nada. Juanito tiene una discapacidad leve, y su licencia para acceder a lo que consideraba su sueño de vida se amparó en una ley que exige a las empresas vincular en sus roles a personas con discapacidad.
El hecho de que los discapacitados tengan acceso a ámbitos laborales era ya un importante avance en política social. Pero insuficiente para personas con sueños firmes. Como el de Juanito. Aunque el suyo se haya quedado en la garita de entrada como “asistente de servicios generales”, estaba dispuesto a esperar su oportunidad.
El sueño de Juanito era persistente. Y encontró su oportunidad: él y 99 personas más en condiciones similares, en seis provincias del país, se involucraron con un proyecto de formación de reporteros ciudadanos. La condición: tener el reto de la discapacidad y la voluntad para manejarla.
En Azuay, más de 26 mil personas han sido censadas como personas con capacidades diferentes. En Imbabura son casi 10 mil; en Guayas superan las 80 mil; en Loja 13 mil; en Pichincha 51 mil y en El Oro 18 mil. De todos ellos, en esas provincias, cien soñadores del periodismo como Juanito fueron vinculados con el proyecto de promoción de las personas con discapacidad, en el componente de “periodismo ciudadano”.
Cuando me anunciaron que tendría la oportunidad de ser entrevistado por Juanito, aquel amable personaje con el que me encontraba todas las mañanas en la garita del Diario, sentí como si fuese la oportunidad de ver luz. La luz que les llega a quienes están obligados a abrazar, momentáneamente, la oscuridad.
Y esa luz ilumina el entendimiento: periodismo ciudadano desde las personas con discapacidad puede ser un ejercicio de real inclusión. Un ejercicio periodístico que nos permita entender la ciudad, la sociedad, la otredad, desde la mirada de quienes siempre han estado en una condición de desventaja y a los que hemos concedido que se “inserten laboralmente” no en lo que quieran, sino en lo que no nos incomode.
En todos los años en los que Juanito me abrió la puerta con su enorme sonrisa, nunca me pregunté si esa era la verdadera inclusión propuesta en una política social diferente. Si es que aquello eso nos obligaba a ser inclusivos activos. A tener el impulso de preguntar, a todos los “Juanitos”, si esas –abrir las puertas, empaquetar productos, llevar correspondencia interna– son sus reales expectativas de vida, con las cuales lavamos nuestras conciencias.
Fueron tres preguntas las que Juanito me lanzó con franqueza. Todas relacionadas con la discapacidad y las oportunidades. Dos meses después, ese puñado de ecuatorianos recibirá, esta tarde, su certificado que los acredita como comunicadores. Y seguro que tendrán mucho que contar, y nosotros mucho que aprender. Y tolerar.
Fuente: El Universo, 26.9.13 por Ricardo Tello, periodista ecuatoriano