Fuente: Página12, 23.10.13 por Hugo Muleiro, escritor y periodista, secretario de Comunicadores de la Argentina (Comuna).
La presencia y aparición de la niñez en actividades políticas, en especial las que se conocen a través de medios de difusión, suele ser muy escasa o nula. Los actores de ambos ámbitos, política y comunicación, de-sestiman a niñas y niños, y casi con igual contundencia a los adolescentes, como ejes temáticos que merezcan un debate y como participantes de él. No son aceptados como un sector de nuestra sociedad con derecho y capacidad para hacer aportes, ni siquiera en los temas en los que son protagonistas. Por lo común, aparecen admitidos en el primer plano porque algo malo sucede, o se dice que algo malo sucede: tienden a delinquir, a no estudiar, son adictivos, son violentos, son objeto de manipulación, traen comportamientos o modos que rompen la “normalidad” diseñada en el imaginario de los adultos.
No obstante esta situación, que de manera muy resumida se puede considerar una reproducción más de los esquemas de poder que imperan en nuestra sociedad (asumiendo a esos esquemas como conjunto más amplio y complejo que el mero ordenamiento político-institucional), la campaña electoral para la votación del domingo próximo incluyó participaciones de niñas y niños, aceptados esta vez con su imagen o voz para hablar de asuntos que conciernen a todos o, más precisamente, a los adultos.
El Frente Progresista Cívico y Social difundió, para sus candidatos a diputados Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín, un mensaje de televisión en el que se usan voces de niñas y niños para pedir a una ciudadana que vote por “alguien que no robe”, por “alguien que ayude a los que menos tienen y no a sus amiguitos”. El empresario Francisco de Narváez, tras lo que parece ser una actividad proselitista, se va en su automóvil con un mensaje que le entregó un niño, que fue escrito originalmente por una niña, con su letra de niña: “Queremos vivir sin miedo”.
Entre varias observaciones posibles, en el primer caso se nota que los candidatos resignaron mostrarse, dar la cara y arriesgar su voz, para que hablen alumnos de un tercer grado “A”. Estos alumnos sí ocupan entonces el primer plano con el mensaje, que recitan y está escrito en un pizarrón. Voces que representan la pureza de la niñez, que nadie podría considerar dominadas por ambición de poder y por las supuestas mezquindades de “la política”, obtienen por fin espacio prioritario, pero para decir lo que unos adultos le dictaron. Es que en la Argentina, como en una mayoría desoladora de países, nadie se toma el trabajo de rastrear con cierto rigor el pensamiento político de niñas y niños, por lo que nuestro conocimiento queda circunscripto al registro más íntimo. No sabemos, por lo tanto, qué piensan, pero sí sabemos que las consignas que debieron pronunciar para este mensaje, sobre votar a “alguien que no robe” y a quien no ayude “a sus amiguitos”, responden estrictamente a la estrategia electoral de los candidatos. Peor aún, fueron llevados a una crítica indirecta al gobierno actual (“roba para sus amiguitos”) en un tono que ni siquiera parece propio de este Frente, sino que es rehén de estrategias de grupos de poder que manejan a los medios de difusión dominantes, y con ellos los discursos.
De Narváez también usa a los niños para una propaganda marcada por enunciados muy repetidos actualmente en ciertos ámbitos de los adultos, ya que, aceptando que no contamos con comprobación seria, es atinado suponer que gran cantidad de niñas y niños, si pudieran expresarse por sí mismos, pedirían para ellos y para todos más juegos, diversión, esparcimiento, alegrías, que todos puedan comer e ir a la escuela.
En ambos casos, a la verdadera voz de la niñez se le cierra el paso y se la pone a decir lo que unos adultos planearon, explotándola como certificación de autenticidad. Es un sistema de comunicación que se repite: las personas de estas franjas de edad no están invitadas a la gran discusión sobre el país, la ciudad, el barrio: ni siquiera son convidadas cuando hay que definir asuntos de su escuela, de las aceras en las que juegan o deberían jugar, de los hospitales en que son atendidas. La Convención de los Derechos del Niño, tratado internacional adoptado por el país y, por lo tanto, de cumplimiento obligatorio, establece que niñas, niños y adolescentes tienen derecho pleno a expresarse, a buscar y difundir noticias y opiniones en los asuntos que les conciernen y según su nivel de desarrollo. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual recoge este espíritu, así como la Ley de Educación Nacional. La campaña que concluye, según lo que se ve en los mensajes partidarios y en la gran mayoría de los medios de difusión, quedó muy lejos de estos principios.