Fuente: El Comercio, 25.10.13 por Enrique Ayala Mora, historiador y analista ecuatoriano
Desde la Independencia, y por varias décadas, publicar un periódico no era muy complicado. Se comenzaba reuniendo a sus potenciales colaboradores, que definían el nombre, el epígrafe o frase que lo distinguiría y los temas que debían tratarse. Luego aparecía el primer número con el “Prospecto”, que establecía su línea y propósitos. A veces alguno de los promotores era dueño de una imprenta y se encargaba de la impresión. Si no, se negociaba con una de las ya establecidas. Los impresores debían imprimir su nombre en todos los ejemplares. Rara vez se cambiaba de imprenta. Aunque no había tamaños estándar ni en el papel, que era importado, los ejemplares salían en dos tipos de formato básico: “grande”, que correspondía a medio pliego, y “cuarto” que era un poco mayor que el “oficio”.
El proceso de impresión, que no había cambiado por siglos, era individual. Se preparaban las planchas con los textos levantados en tipos de diversas fuentes, se las colocaba en la prensa plana horizontal, se la entintaba y se introducía el papel página por página para su impresión, que se hacía presionando con fuerza el instrumento. Previamente, alguno de los redactores había corregido las “pruebas”.
La tirada de los periódicos variaba entre 50 ejemplares y unos pocos cientos. Se calculaba el número de los suscriptores, a quienes se entregaba a domicilio, y los ejemplares que podían venderse en establecimientos públicos como tiendas o cantinas concurridas. El precio era normalmente de uno a dos reales por ejemplar. Ciertos periódicos se repartían en forma gratuita, pero eran los temporales u ocasionales. Una parte de la edición se enviaba por correo a otras ciudades a suscriptores o personas influyentes. Los “postillones” y los arrieros cumplían con ese encargo.
La mayoría de los periódicos eran “serios”. Pero había otros que tenían un estilo intencionalmente agresivo y usaban el humor y la diatriba como instrumento fundamental. “El Garrote”, por ejemplo, publicaba como subtítulo: “Palo habrá desde los pies hasta el cogote”. Estos medios eran buscados y leídos, precisamente por su virulencia .
Se disputaban la defensa de la patria y sus valores, promovían la “ecuatorianidad”, aunque la entendieran de diversas y hasta opuestas maneras. Por ejemplo, unos consideraban “patriótica” la defensa de los valores tradicionales; otros el combatirlos y hacer avanzar a la República con la profundización de la democracia. Pero ambos pensaban en el desarrollo de una “cultura nacional” que, efectivamente, fue penetrando paulatinamente en las élites, sectores medios y grupos populares mestizos, fundamentalmente urbanos que, aunque subalternos, se sentían