Fuente: El Diario, 25.10.13 por Armando Mariaca, economista y periodista boliviano
En muchas oportunidades se ha remarcado que el pensamiento es algo propio, sagrado, íntimo, intangible, único e indiscutible de cada ser humano; es un don que está en cada ser y no puede ser manipulable, cuestionable o suprimible porque forma la personalidad, modela la existencia y la vida de la persona; es tan amplio que no tiene fronteras ni términos que se le pueda fijar o señalar. El pensamiento es la fuente del conocimiento y el mismo fundamento de la libertad y de los derechos del hombre.
De esa libertad de pensamiento proviene la libertad de expresión que es, de todos modos, el instrumento del pensamiento para expresar todo lo que se siente, se cree, se concibe, se entiende porque -aunque no lo crean quienes predican lo contrario- hasta los “no pensantes” tienen libertad para pensar lo que quieran y lo que sientan y nadie puede coartarlos y, mientras tengan una simple noción de libertad pueden usarla para expresar lo que ellos quieran.
Es preciso entender que la verdadera libertad de expresión, expresada a través de cualquier medio, honra a todas las libertades cuando su accionar está dirigido al bien común; así, bien se puede sostener que la misión del periodista y de los medios es manejar la noticia, el comentario, la opinión, las labores de investigación y las campañas en pro de bienes nobles, de la justicia y la democracia, sólo cuando sujeta esa misión a situaciones dirigidas a: consolidar la vigencia de la Constitución Política del Estado y las leyes -siempre, lógicamente, cuando todas estas estén enmarcadas en los intereses generales de la colectividad-; promover los derechos del hombre y facilitarle el cumplimiento de sus deberes; armonizar los deberes y derechos de todos los componentes de la colectividad; contribuir a la creación de situaciones y ambientes que faciliten el ejercicio y cumplimiento de deberes, derechos y responsabilidades; ayudar, tanto cuanto se pueda, a evitar desequilibrios económicos, sociales, políticos y culturales en el seno de la comunidad nacional; cooperar con orientaciones, críticas, fundamentaciones, análisis y estudio, al desarrollo económico y social pidiendo y hasta exigiendo que se creen servicios públicos, fuentes de riqueza que generen empleo y que sea el pueblo el que combata a la pobreza y al subdesarrollo, la corrupción y otros males que lastiman a la humanidad.
Libertad y democracia, para periodistas, escritores, analistas, editorialistas, comentaristas y medios de comunicación deben ser vocación de servicio y toma de conciencia de país; para ello, nada mejor que utilizar los medios para un ordenamiento jurídico permanente en pro de la realización del pueblo y, si es preciso, de las propias autoridades para evitar que desvíen los caminos de servicio, honestidad y responsabilidad que deben tener en la administración del Estado. Por otra parte, para favorecer y estimular la participación activa de los ciudadanos en la vida pública, lo que es un derecho y un deber.
La libertad de expresión es causa y efecto de la libertad de pensamiento y de los derechos del ser humano; por tanto, no conviene olvidar que en toda convivencia humana se debe establecer como fundamento el principio de que todo hombre o mujer es persona; esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío. Por ello mismo, tiene derechos y deberes que surgen de su propia naturaleza; estos deberes y derechos son, pues, inviolables e irrenunciables.
Por todo lo dicho, la libertad de expresión es libre circulación de ideas y la búsqueda de información basada en la verdad; también es la virtud que permite indagar, convenir, reconvenir, concordar, exponer, cuestionar, disentir, reaccionar, coincidir, discrepar, dialogar; pero, todo en planos de responsabilidad y siempre que por ejercer esa libertad no se mancille ni lastime los derechos y dignidad de los demás. La libertad de expresión es el resumen de todas las libertades y atentar contra ella es violar los derechos de todo ser humano que, por su propia naturaleza, merece respeto, amor, cordialidad, defensa y no menoscabo de su dignidad.
Todo lo expresado es pensamiento y sentimiento de todos; no es nuevo porque es parte de la personalidad y virtudes de todo ser humano; es prueba de que tiene dignidad libre y sagrada como creación de Dios. No son dádivas de nadie y, por ello mismo, nadie, por poder que tenga, puede atribuirse derechos para violentar lo que es, libremente, bien del ser humano.