Nuevo periodismo, nueva sangre

Sus compañeros la llaman “señora”. Y en su irreverencia ella se autodenomina “señora de su casa”. Todo es una ironía, porque la “señora” es alumna de la escuela de periodismo de la Universidad de Cuenca capaz de romper con esquemas y estereotipos personales, familiares o profesionales –o preprofesionales para ser más exactos con su condición de estudiante universitaria– no porque vaya gratuitamente en contravía, sino porque cree que así debe construirse el nuevo profesional de una antigua profesión.

El último fin de semana la “señora” se marchó de Cuenca para Medellín a atender un compromiso con su formación periodística: fue la única estudiante ecuatoriana seleccionada –entre cientos de otros estudiantes y profesionales– para un taller de radio propuesto por la BBC de Londres como uno de los eventos académicos que hasta hoy se desarrollarán en esa ciudad colombiana a propósito de la entrega del premio Gabriel García Márquez a la excelencia periodística.

Esta cita, que reúne a lo mejor del periodismo iberoamericano, fue un espacio indispensable para quienes se inician por los caminos de la comunicación social; pero al mismo tiempo indirectamente sancionador para quienes no hemos logrado, ni desde los medios ni desde la cátedra, montar un escenario similar donde suplamos las ausencias ecuatorianas en las vanguardias del oficio.

La expectativa de Ecuador sobre temas de periodismo, en la región del Cono Sur, ha estado relacionada con el tema de la Ley de Comunicación, los conflictos de interés o la relación coyuntural con el poder.

Pero aportes a un nuevo periodismo regional no tiene evidencias concretas, y sospecho que todo se origina en ese trato vertical que se inaugura en las aulas universitarias, donde la opinión estudiantil no se posiciona si es que no tiene la validación de un docente que, dicho sea de paso, se resiste a los cambios tecnológicos y condenado a vivir de la nostalgia de que todo tiempo anterior fue mejor, que suspira por las noches de bohemia fuera de los talleres de impresión o añora el poder factual de la “estirpe periodística”.

Aunque no concertada, esta posición sí genera una invisibilización de los aportes estudiantiles en el aula de clase. Y se proyecta hacia afuera: casi ningún espacio de debate público considera la participación de comunicadores en formación, porque la imposición vertical, la duda o el celo sobre sus aportes los invalidan, bloquean, minimizan.

El periodismo necesita rejuvenecerse, repensarse, refrescarse, reaprenderse y reemprenderse. Requiere de espacios donde la discusión pública considere la opinión de los estudiantes, a los que no se les niegue el voto ni la incidencia.

Un oficio con nuevas pedagogías, que revienten para siempre el concepto anacrónico que llama a las aulas universitarias como el “cenáculo del conocimiento”, cenáculos donde muchos de los sueños juveniles murieron porque alguien les convenció que allá se va a aprender “de los que más saben”, y no a construir conocimiento desde sus realidades y sensibilidades.

Reinventar el periodismo quizá sea la oportunidad para reinventar las relaciones con el alumno, mirarlos de forma horizontal y respetar sus sueños, que pueden ser los nuestros. Los que también murieron en las aulas.

Fuente: El Universo, 2.10.14 por Ricardo Tello, periodista ecuatoriano

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