Grandes escritores, especialmente hispanoamericanos, comenzaron su carrera en la prensa escrita, como reporteros o como columnistas de opinión. Tal vez el más conocido como reportero fue Gabriel García Márquez, un gran contador de historias desde sus primeras crónicas publicadas en la prensa colombiana.
Una de las primeras obras del Nobel colombiano es ‘Crónicas y reportajes’, donde se aprecia un estilo narrativo único. Es uno de los textos elementales que debe ser leído por los estudiantes de periodismo a modo de ejercicio para abrir la mente hacia los personajes que integran una sociedad e intentar describir su lado más humano.
Mario Vargas Llosa es uno de los más idóneos para transformar una historia en novela y sin alterar la realidad a pesar de la ficción. Para lograr eso es fundamental el dominio del lenguaje como la principal herramienta. Esto se aprende con mucha lectura, no con tanto análisis en seminarios y foros interminables donde se escudriña el papel del periodista frente a la sociedad, pero no su rol social.
Después que publiqué el artículo ‘Pablo Palacio en otra lengua’ conversé con el escritor Javier Vásconez, a propósito de su afirmación sobre la mala suerte del lojano por haber nacido en esta línea imaginaria llamada Ecuador y no haber escrito desde México, Perú o Colombia. Fue una larga e interesante reflexión sobre la proyección que puede tener un escritor. Colombia y Perú han ganado un Nobel de Literatura cada uno y eso también pesa para el futuro de la literatura.
Cuando hablé con Vásconez estaba terminando de leer un libro que despertó mi curiosidad por varias coincidencias. La primera es que el autor de ese libro comenzó su carrera en la Redacción de un diario limeño y la segunda era que quien recomendaba leer la obra era nada menos que Vargas Llosa; argumentos suficientes para comprar el libro ‘Contarlo todo’ del peruano Jeremías Gamboa.
La obra prima de Gamboa se vuelve necesaria para quien comienza su labor de periodista o de redactor en un medio de comunicación.
Todo inicio en esta dura y denigrada actividad es complicado y Gamboa, o mejor dicho el personaje que creó en la novela, Gabriel Lisboa, lo narra con todos los detalles que mueven el oficio. Más aún si el personaje llegó desde una provincia, se instaló a vivir en la periferia de Lima y, para colmo, se enamora de una mujer de la clase social del exclusivo barrio Miraflores.
En los diálogos urbanos se nota la influencia de Vargas Llosa, especialmente por ‘Conversaciones en la catedral’, algo de Jaime Bayly o de Alberto Fuguet por ‘Tinta roja’. Sin embargo, lo que no domina aún este emergente escritor peruano es el relato erótico, innecesariamente descriptivo a mi juicio, especialmente en las páginas finales cuando parecía que los traumas amorosos de Lisboa se habían superado.
Fuente: El Comercio, 25.11.14 por Fernando Larenas, periodista ecuatoriano