Anteayer se conmemoró en todos los países miembros de la ONU, en unos con sincera vocación democrática y en otros solo de labios hacia afuera, el Día Internacional de los Derechos Humanos instaurado por la Asamblea General desde 1948, y como la Comunicación (con mayúsculas) es uno de ellos, esencial además para la convivencia ciudadana, derecho olvidado por algunos gobernantes cuando están en el poder pero reconocido con furor cuando integran el estado llano, merece la pena recordarlo como lo hago ahora.
Hay verdades que nos trae la historia que están al alcance de todos, en las bibliotecas y en internet, como aquellas que señalan que el periodismo fue particularmente importante en las revoluciones europeas de los siglos XIX y XX, al igual que muchos años antes ese gran invento de los chinos, la imprenta, precursora del periodismo y reinventada después por Europa, cumplió un papel similar en la difusión de la reforma protestante. Y hoy podemos asegurar, sin que surja la más mínima duda, que los medios de comunicación, todos, el periódico, la revista, el libro, la televisión, la radio, el cine, el teatro, la internet, sirven y servirán cada día más para hacer más libre y más autónoma la vida de la gente, y para incrementar el número de ciudadanos integralmente alfabetizados en el globo.
La sociedad de la información, como así podría llamarse hoy a la población mundial, se inscribe dentro del concepto más amplio de la comunicación por cuya vigencia sin restricciones debemos luchar ardorosamente, pues estar informado y conocer opiniones provenientes de neuronas de diferentes orientaciones es parte del patrimonio del hombre actual, lo que ha contribuido de manera decisiva a conseguir justicia allí donde no la haya y a derrocar regímenes dictatoriales no solo de pequeñas repúblicas sino de imperios de grandes ramificaciones como el soviético.
Cada día es más común la transmisión de informaciones vitales a través de los medios impresos y de eventos y programas de televisión culturales y políticos provenientes de todo el orbe y que llegan por satélite a cualquier otra parte para que el ciudadano se entere de cómo se vive, cómo se enseña y cómo se aprende, cómo se investiga y cómo se desenvuelve la política, cómo se desarrollan la democracia y el poder de los gobiernos en otros países, lo que sirve de lección a los pueblos para imitar o desechar esos comportamientos, trastocando el concepto tradicional de soberanía, de fronteras intocables para encerrar el pensamiento del hombre, felizmente vulneradas desde el aire por un intruso que le hace bien a la sociedad.
El poder de internet como medio de comunicación es de una magnitud enorme, a tal punto que solo puede ser limitado y controlado con serias restricciones a la libertad individual pisoteando los derechos humanos como ocurre en rígidas y vergonzosas dictaduras: Corea del Norte, Cuba, China y algunos estados teocráticos islámicos. De otra manera sería imposible detener el vigor planetario que responde a múltiples intereses, no solo a los centros de poder político como fue en su origen.
La sociedad global sabe ahora mucho más que antes, de más cosas y al instante, en cualquier parte del mundo en que se produzca un hecho, tanto si se trata de una noticia o de una opinión cuanto si se trata de indagar libremente en los folios de la historia, gracias a la vigencia de los derechos humanos, entre ellos la libertad de expresión y de opinión, y la libertad de recibirlas y difundirlas, las que sumadas implican la libertad de comunicación a la cual rendimos tributo en esta semana conmemorativa.(O)
Fuente: El Universo, 12.12.14 por Orlando Alcívar Santos, columnista ecuatoriano