El ambiguo periodismo científico

Hace pocos días, ante un grupo de jóvenes profesionales convocados por la Fundación para el Periodismo, hablé de la importancia que tiene el periodismo científico para la ciencia y la sociedad.
La difusión de una noticia científica puede ayudar mucho a la ciencia: sensibilizando a la opinión pública en torno a un tema poco conocido, como los daños a la salud de ciertas costumbres; motivando a las autoridades públicas a asumir decisiones sobre cuestiones de interés de la sociedad, como el cambio climático; despertando en los jóvenes vocaciones hacia las profesiones científicas, que tanto necesita Bolivia.
Sin embargo, una noticia científica difundida de manera ambigua, parcial, exagerada o incluso falsa puede provocar daños y confusión. No sólo eso, sino que los artículos que refutan descubrimientos científicos erróneos son considerados menos atractivos de los que comunican resultados chocantes.
En la charla mencionada presenté un ejemplo que atañe a nuestro país. En julio del año pasado, incluso en algunas portadas de periódicos nacionales, salió la noticia que un equipo de científicos estadounidenses y alemanes había medido valores del “Índice de la radiación Ultravioleta” (IUV) que representaban un récord en la superficie de la Tierra. Lo interesante es que ese récord (IUV = 43 o más) se lo midió en territorio boliviano, exactamente en el monte Licancabur, en el extremo sur del país, mejor conocido por ser centinela de la afamada Laguna Verde. Para fines de comparación, en La Paz realizamos medidas diarias de ese parámetro y obtenemos, en días soleados, IUV 17, como máximo, un valor muy alto si lo comparamos con sus similares de los EEUU, país donde el IUV raramente pasa de 11. Hasta percibí un cierto engreimiento en reportar la noticia: ¡somos detentores de otro récord mundial!
En efecto, por algún extraño motivo, alcanzar un récord mundial nos hincha el pecho de orgullo, cuando lo lógico sería analizar lo bueno o lo malo de esa hazaña. Ciertamente ser el país con el mayor crecimiento económico de la región debería llenarnos de orgullo (al margen de investigar a qué atribuir ese logro), pero tener las normas y las autoridades electorales más cuestionadas del universo no es para vanagloriarse.
Definitivamente, el mencionado récord de marras no es bueno para el país, considerando que un alto IUV conlleva riesgos para la salud. De hecho, el artículo científico, fuente de la noticia, señalaba los peligros de visitar esos lugares turísticos, observación que borraría la sonrisa del rostro del dinámico exviceministro de Turismo.
Sin embargo, acaba de salir, en la misma revista científica que publicó el estudio de marras, un artículo, escrito por tres prestigiosos expertos internacionales y este servidor, que critica las conclusiones de aquel estudio y pone en tela de juicio la validez de sus métodos y resultados. Dudo que haya espacio en las primeras planas de los medios para dar cobertura a esa desmentida que, en un cierto sentido, beneficia más al país, quitándole esa falsa aureola de detentor de malos récords.
Dos consejos para cerrar este tema. Primero, un buen periodista científico siempre debe desconfiar de las noticias que se presentan con pompa a la prensa antes que a la comunidad científica encargada de valorarlas o desmentirlas. Segundo, tampoco debe juzgar un aporte científico sólo por sus autores, se llamen A. Einstein o S. Hawking, o por su institución (¡la NASA!). Pues, si bien la autora principal del artículo de marras pertenece a la NASA, su división –el controvertido Instituto para la Búsqueda de Vida Extraterrestre (SETI)– no es precisamente un referente en el área del tema abordado.
Fuente: Los Tiempos, 12.4.15 por Francesco Zaratti, físico italiano.

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