Ayer domingo 10 se celebró el Día del Periodista. Para contar con antecedentes que corresponden a la historia, muchos se preguntan por qué o en homenaje a qué o a quiénes se ha fijado ese día de mayo para la celebración en la que se destaca esta particular actividad.
Apunta Eduardo Ocampo Moscoso en su libro Historia del periodismo boliviano que en esa precisa fecha, de 1947, se realizó, en La Paz, el Primer Congreso Boliviano de Periodistas que, sin embargo, tuvo un estímulo inicial para su conformación institucional en una anterior reunión de otros impulsores del periodismo, en la ciudad de Oruro, en agosto de 1929.
Larga es la nómina de los periodistas de todo el país que dieron forma a estos afanes, sus nombres están inscritos con méritos propios y alta ponderación en distintos anales históricos y memorias específicas, en virtud de cuyas inquietudes se instituyó el Día del Periodista, que nos invita a hacer algunas consideraciones de esta labor de servicio a la colectividad que, con el correr del tiempo, se amplió del periodismo escrito al de los medios radiales y de televisión.
Como en toda actividad, el periodismo tiene luces y sombras. Ahora los periodistas llegan a este 10 de mayo en un momento en que el país político camina dificultosamente hacia el perfeccionamiento de la democracia. En ese transitar también se tropieza con dificultades económicas y sociales, situación inversamente proporcional a nuestra esperanza y a lo que se suma deplorablemente una corrupción ostensible que, muchas veces, por denunciarla, lamentablemente se atenta contra periodistas y la libertad de prensa, frontalmente y también con sutiles amedrentamientos.
Empero, a los periodistas la dureza de distintas circunstancias les ha dado fuerzas para ganarle a la adversidad. Por eso es un anhelo generalizado que esta conmemoración tenga un doble contenido: primero que nunca sea abolida la libertad de expresión y sea plenamente respetado el trabajo de los periodistas; segundo, que los responsables de la función pública, y todos, estimen con amplitud esta profesión indisociable de la tradición democrática e imprescindible para el desarrollo.
El ejercicio del periodismo, con todas sus facultades, muchas veces se ha dañado cuando regímenes autocráticos las han conculcado y, deplorablemente, en algunas épocas de “democracia despótica” también se ha atentado contra ese aspecto que hace a un Estado de derecho.
Felizmente no todos olvidaron que esta tarea se constituye en la esencia de la libertad y de la comunicación y cada uno de sus destinatarios es, en efecto, una célula de ese cuerpo social donde se desarrolla la opinión pública, fenómeno al que fundamentalmente aporta el periodismo.
¡Cuán importante la responsabilidad de quienes ejercen la tarea periodística y cuán importante el respeto a sus derechos por parte de los administradores del Estado¡. Desde los dos ángulos no caben equivocaciones; ni el “avasallamiento del poder oficial” y, como se puntualiza constantemente desde ámbitos de la labor periodística, académicos y gremiales, en lo que les concierne, ni el olvido de la ética en la información y la opinión.
El desempeño de los periodistas y consecuentemente la vigencia de la libertad de expresión y de información se ha relegado muchas veces a una abstracción cuando regímenes autocráticos han conculcado esos derechos y, deplorablemente, en algunas épocas de “democracia despótica” también se ha atentado contra esos aspectos que hacen a un Estado de derecho.
Pero en este análisis de diferentes facetas del periodismo cabe otra reflexión: el periodismo, por su fuerza de influencia, es importante ejercerlo con el más elevado criterio, con absoluto respeto a la dignidad humana, eximiendo el sensacionalismo y las exteriorizaciones particulares; por lo tanto, no es simplemente una lisonja alabar a quienes cumplen esta tarea de modo gratificante y condenar a aquellos que no hacen nada para evitar desviaciones periodísticas que no es difícil, menos imposible, y la sociedad agradecerá el empeño en su cumplimiento.
No pretendemos dar una receta, pero es imperativo no alterar los procedimientos capaces del legítimo empleo del periodismo, ni tampoco desnaturalizar la labor normativa jurídica, particularmente si se pregona estar lejos de gobiernos que “fabrican” disposiciones de acuerdo a su interés y las utilizan para acciones represivas contra los hombres y mujeres que también tienen el derecho a ser sus críticos.
Fuente: Página siete, 11.5.15 por Mario Castro periodista boliviano
Las mujeres en los medios de comunicación