Que prospere el periodismo!

Cualquier persona apasionada por el periodismo no tendrá reparos en hacer suyo el tema elegido este año para celebrar el Día Mundial de la Libertad de Prensa: ¡Que prospere el periodismo! Los primeros en gritar este lema han sido las Naciones Unidas, la Unesco y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Y tiene sentido, en especial hoy, cuando el periodismo es una de las principales garantías para el ejercicio libre de ciudadanía. El periodismo de calidad, claro, como bien dicen los impulsores de esta celebración.
Ahora lo que toca alcanzar es que ese lema se vuelva viral, que esté en la boca de muchas personas más, no solo en las de quienes ejercen con pasión el periodismo. Solo así, con la convicción de millones, será posible sortear los peligros y vencer las amenazas que siguen enfrentando los periodistas en el mundo entero: desde amenazas de muerte, cada vez más recurrentes y que en muchos casos terminan concretándose, como los registrados sobre todo en zonas de conflicto o países dominados por el fanatismo o el narcotráfico; hasta otras formas que se traducen en censura, acoso judicial y presión impositiva, como se ve hoy en Bolivia, Argentina, Ecuador y Venezuela.
Para lograr que ese lema sea masivo, hay que trabajar mucho y en serio. Primero, en una renovación de compromiso con el buen periodismo, el único que vale la pena defender y el único que tiene el verdadero poder de transformación social. Un compromiso que debe partir de los periodistas, a los que la sociedad debe exigir que sean fieles a los principios que rigen al periodismo, antes que serviles a los intereses políticos o económicos que mueven los hilos del poder al que, más bien, deben vigilar y fiscalizar.
No es una tarea fácil, sobre todo en los tiempos que corren, tan presionados por el afán de figuración fatua y de enriquecimiento fácil; tiempos en los que el rating manda, sobre todo en los medios de comunicación masivos, en los que el periodismo va perdiendo protagonismo y terreno a favor de la farándula, los reality shows y los espacios vendidos al telemarketing o radiomarketing. Tiempos, además, en los que ni siquiera las universidades apuestan por la prosperidad del periodismo, consolidando sus propias facultades de periodismo.
Yo, apasionada por este oficio, digo que la tarea es difícil, pero posible; cuesta arriba, pero gratificante; muchas veces ingrata, pero siempre válida. Sobre todo porque muchos sabemos que esta libertad, la de prensa, es la garantía para el ejercicio pleno de muchas otras libertades. Ojalá nunca lo olvidemos.
Fuente: El Deber, 3.5.15 por Maggy Talavera, periodista boliviana

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