¿De qué sirve pelear por las libertades si no se tiene el coraje necesario para disfrutarlas? Pregunto esto ahora, pensando sobre todo en quienes hemos decidido ser periodistas. No quiero decir que solo los periodistas pueden ser libres, o que solo a nosotros nos falte muchas veces coraje para hacer uso de uno de los derechos humanos fundamentales: el de la libertad. A todo ser humano le asiste este derecho. Mi énfasis en los periodistas está motivado no solo porque hace poco celebramos nuestro día en Bolivia, sino también por el gran impacto que tiene en la sociedad nuestro coraje o cobardía para ser libres.
Libres no solo para expresarnos y ejercer nuestras labores de prensa, sino para pensar, para ver la realidad de los hechos y para reflejarlos sin los matices que quieren imponer siempre quienes construyen sus espacios de poder a través de prácticas nefastas, como la de la manipulación de los hechos, la coerción a los trabajadores de la prensa, la amenaza y hasta la violencia extrema en contra de cualquiera que se atreva a ponerlos en evidencia. Un extremo que surge incluso dentro de los propios medios de comunicación, en los que también hay agentes contrarios al ejercicio del periodismo libre.
Sabemos que no es una tarea fácil, pero ¿existe alguna que esté libre de dificultades? Por lo demás, los periodistas conocemos de antemano los obstáculos que enfrentaremos en cada tarea para buscar la verdad de los hechos y, más aun, al momento de publicarla. No hay secreto ni sorpresa, así que tampoco puede haber excusas o pretextos para evadir esa responsabilidad: ni la amenaza de cárcel ni el temor a caer en el ostracismo, ni aun el miedo a la muerte. Aunque muchos digan que un reportaje o verdad no vale una vida.
Creo yo que lo que no vale una vida es una vida de mentiras, de imposturas, de silencios frente a cualquiera y toda forma de abuso de poder. Lo que vale la pena es gritar hasta quedar sin voz, reclamando por libertad de expresión, de prensa, de ejercicio ciudadano… si no, no vamos a tener el coraje de ejercer este derecho. No vale la pena abrazar un oficio tan extraordinario como el de periodista, si no estamos dispuestos a acercarnos lo más que podamos a la verdad de los hechos y a revelarla, sin matices ni cortinas de humo.
Ojalá que el coraje para ser libres nunca nos abandone a los periodistas, aquí y en el resto del mundo, porque de este ejercicio dependen muchas otras libertades.
Fuente: El Deber, 17.5.15 por Maggy Talavera, periodista boliviana