Luis Ramiro Beltrán, señor de la amistad y la palabra

Cuando un amigo que fue hermano se va, se oprime el corazón y surgen las lágrimas; los recuerdos afloran con claridad y se ve, diáfanamente, cómo ha vivido en ejercicio pleno de la amistad a sus semejantes y prodigó amor a todos, pero un amor de servicio, de entrega, de entendimiento de virtudes y valores; un amor que ha sido sublime para su madre y para su esposa que lo engrandecieron más en el corazón y el espíritu.
Dedicó su vida a tres amores: amar y venerar a su madre, amar a su esposa y dedicación a escribir para deleite de quienes lo leyeron y supieron de sus ideas, sentimientos y sensaciones de lo que es vivir con honradez y responsabilidad. Un amor con sana y contagiosa alegría que honró a sus amigos, un amor que no sólo honró sino que mostró caminos, reconoció virtudes y valores, sintiendo la necesidad de abrazar a todos porque el amor para él fue el abrazo de unión y práctica de valores del ser humano.
Sus escritos son cálidos y consubstanciados con realidades del mundo y del propio país; escritos que muestran el amplísimo mundo de la cultura que, a través de la palabra, puede ser conocido y comprendido por el ser humano; un amor que sintió latir en su corazón cuando en diversas ocasiones y por diversos motivos vio a la Patria traicionada, lastimada, ofendida y maltratada por ideologías o por dictadores y tiranos que poco o nada supieron de Patria y amor al prójimo.
Por su obra, su gran obra, recibió reconocimientos de toda clase. Fue merecedor del Premio McLuhan por sus investigaciones sobre comunicación, una ciencia que encierra palabras que exaltan la grandeza de la comunicación como medio de entendimiento, desarrollo, amor y respeto a los derechos humanos, sentimientos que labran la vida del hombre. Condecorado con el Cóndor de los Andes y, de ahí, muchos reconocimientos, medallas, pergaminos y títulos que más que honrarlo a él honraron al país y al periodismo nacional. Fue miembro activo de la Academia Boliviana de la Lengua, donde tuvo descollante labor por su entrega, su disciplina y su dedicación muy especialmente, por su espíritu alegre y comprensivo por los demás, por quienes, como él, amaron a la institución que es crisol de la palabra. Así, fue un escritor brillante, perfeccionista del idioma y cuidadoso del buen uso de la palabra.
Tal vez lo más importante de resaltar es su corazón para abrigar sentimientos de amistad y cariño para los amigos y colegas; respeto para todos, comprensión de la falibilidad humana y poseedor de sentimientos cuando había un dolor, una desgracia o cualquier angustia. Dios, en su infinita bondad, sabe de sus virtudes que se hicieron principios y valores. El Cielo, por la bondad del Creador, le abrirá sus puertas a la eternidad.
Amigo y hermano, contigo se va un pedazo del corazón, gracias por lo mucho que me diste, por tu cariño por mi esposa y mis hijos que hoy te honran sabiéndote hijo de Dios que, junto a tu santa madre, te colmará de dicha.
Fuente: El Diario, 14.7.15, por Armando Mariaca, economista y periodista

Comente