La publicidad como censura y como negocio millonario

Hace poco menos de un año, en Argentina se juntaron todos los medios de comunicación y ganaron un amparo constitucional que obligaba al gobierno de Cristina Kirchner a colocar el pauteo publicitario del Estado en una escala proporcional a todos los medios de comunicación sin excluir a ninguno. Lo lograron demostrando que la publicidad funciona como mecanismo de censura y demostrando, además, que el pauteo publicitario del Estado es diferente que el privado, pues al ser fondos públicos no pueden ser manejados como instrumento para la manipulación de contenidos.
Cuando el gobierno usa la publicidad como mecanismo de presión, no estamos frente a un asunto menor que depende de la decisión discrecional de cualquier director de comunicación. Como lo dijo el propio Vicepresidente, estamos frente a un arma de coartación de la libertad de expresión. Estamos frente a un arma de presión que está siendo usada para asfixiar medios de comunicación, para vetar periodistas sin necesidad de perseguirlos abiertamente.
Este no es un proceso nuevo, sino que ha sido un lento y continuo proceso a lo largo de todo el gobierno de Evo Morales, un proceso selectivo que va al detalle, un proceso que tiene además resultados palpables como son el control vía directa e indirecta de por lo menos el 80% de todos los medios entre radiales, televisivos y escritos.
Con un panorama así, el gobierno no debería preocuparse por una pequeña radio, inclusive no debería preocuparse por un columnista o un radialista cualquiera porque siendo su control tan aplastante esas pequeñas voces parecieran tener poca o ninguna relevancia.
Sin embargo, la baja calidad periodística, la baja calidad estética, la repetitividad y el monólogo que producen los medios afines al gobierno no son suficientes, el público sostiene y busca medios por fuera del esquema.
El control de la opinión libre, de la información libre se les hace, aunque parezca mentira, cada día más difícil.
Fue, por ejemplo, imposible descalificar al movimiento potosinista que no paraba de recibir apoyo. Fue una jugada magistral de los propios medios oficialistas por mostrar un Presidente que, dueño de la situación, jugaba fútbol en lugar de dialogar con un movimiento como el potosino.
Fue magistral la transmisión de la mesa de diálogo con los ministros donde uno a uno fueron demostrando una administración estatal mediocre sin proyecto real de país, sin continuidad entre gestión y gestión y sin palabra, ni aparato informativo técnico.
Un gobierno que literalmente tenía que buscar en el buzón de los objetos perdidos los proyectos prometidos a toda una región hace más de cinco años.
El gobierno tiene armado en los medios oficialistas una especie de teatro donde controla luces, telón y contenidos, pero su farsa no basta, ni ellos mismos, ministros y ministras, le dan crédito a lo que sus medios dicen, cualquiera intuye que una entrevista en ATB o Canal 7 no tienen ninguna relevancia por una verdad muy simple y evidente: el público no es idiota, el público todavía no está completamente domesticado.
Pero el control de los medios no sólo tiene un objetivo político, sino que detrás está también un negocio rentable. Por eso hemos visto surgir medios de comunicación de la noche a la mañana, medios con inmensas planillas donde sí se puede emplear al cuñado, a la amiga o a la exministra sin problema alguno porque son privados, aunque en realidad y vía publicidad viven de fondos públicos.
Las campañas publicitarias son también un mecanismo para disfrazar, de la forma más fácil, transferencias de dinero que pasarían cualquier auditoría limpiamente.
El gasto en campañas publicitarias es a todos los ojos millonarios, la necesidad de producir campañas publicitarias sin medida que no sólo responde a la necesidad de control de la opinión pública, sino a la necesidad de generar mecanismos para el gasto de dinero y la transferencia fácil de fondos públicos.
El aparato comunicacional gubernamental no es una cuestión de convicciones de los buenos contra los malos, de los paladines de la revolución contra la derecha boliviana, es un proyecto de enriquecimiento a manos llenas de una serie de personajes que están usando sus cargos para eso.
Fuente: Página siete, 12.8.15 por María Galindo

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