¿Necesitamos más fotos?

El viernes 4 de septiembre hubo noticia de un niño recién nacido que viajaba con sus padres desde Turquía a Grecia en una embarcación precaria y llegó muerto a la isla de Agathonisi, en el mar Egeo. Esta vez no hubo fotografía impactante, como la de Aylan Kurdi, que dio al mundo la “novedad” de una tragedia en curso, frente a la cual nos conmovimos puntualmente y experimentamos sorpresa porque, parece, antes sabíamos poco o nada. De todos modos, es probable que una segunda foto de un niño sin vida no alcanzara los niveles de reproducción de la primera, porque a la industria mundial de la información y la comunicación no le sientan muy bien las repeticiones, y prefiere siempre buscar algo nuevo. Así que no merecería tantos esfuerzos de los medios para exponerla con piano melancólico de fondo o rodeada de unos párrafos de indignación, con imprescindibles toques para presumir profundidad poética, que bien sabemos se lleva mejor con la tristeza que con la alegría.
La contundencia de la imagen y la realidad a cuya interpretación empuja dejó al público expuesto a un alud mediático que desbordó de lugares comunes e incluyó oportunidades para usar a Aylan como mera excusa para ratificar mensajes y formas de mirar el mundo, en tanto en unos pocos resquicios, tan valiosos como solitarios, hubo llamados y reflexiones que vale la pena atender.
Un conductor de la TV compuso su peor cara de enojado para exclamar que “estos son los dirigentes que tenemos”, en una referencia tan abarcadora que pareció responsabilizar por igual a Angela Merkel y al primer ministro de San Vicente y las Granadinas, pasando obviamente por las autoridades argentinas. Muy lejos de las mezquindades locales, Juan Cruz escribió en El País de Madrid que a Aylan “el mundo se lo ha quitado todo: ni este ni aquel, ni este país ni este otro: el responsable de esa terrible expresión de este tiempo es el mundo entero” (http://internacional.elpais.com/internacional/2015/09/02/actualidad/1441216415_550941.html). La ola de la indignación es usada, en este caso, para eludir toda escala de responsabilidades y olvidar las acciones específicas que están causando el desastre.
Despachos informativos internacionales hablan de personas que huyen de “países metidos en guerras”, como si no hubiera en ello ninguna intervención de potencias mundiales y como si en los últimos quince años no se hubiera desarrollado una política expresa destinada a malograr estados –incluyendo los de ex aliados de Washington como Saddam Hussein– para volverlos fallidos e inviables para cualquier fuerza local, y así dejarlos a los pies de lo que Pilar Calveiro llama dispositivo internacional, compartido por corporaciones militares, industriales y financieras que tienen a su merced territorios en los que hacen todos los negocios imaginables e inimaginables, como facturarle al Pentágono por muertes, operar cárceles y conseguir información del “enemigo” en sesiones de tortura. Así sucede en Irak tras la intervención anglo-estadounidense, aunque esto no consiga suficientes espacios mediáticos.
La foto tuvo la fuerza de propiciar, como escribió Horacio González en estas páginas (http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-280943-2015-09-05.html), una “súbita globalización de buenos sentimientos”, pero en tanto busquemos convencernos de que gracias a ella los capos de las potencias occidentales se vieron obligados a reflexionar y volverse más buenos, dejaremos pasar la oportunidad de poner en discusión, como se dijo en esas mismas líneas, “el orden político y ético de la humanidad”, lo que lleva a pensar en quiénes están usufructuando este orden, para cuya imposición no hay mayor timidez en la elección de aliados. Así lo vimos en Libia, donde combatientes de Al Qaida pusieron lo suyo para el objetivo occidental de derrocar a Muammar Khadafi. Este detalle trepó a una sesión cerrada en el Senado de Estados Unidos, donde un representante del Pentágono consoló a todos explicando, con paciencia, que no siempre se puede elegir a los mejores aliados. Y así, otros mercenarios que hoy integran el temido ISIS están dotados de armas químicas provistas por Estados Unidos con el único fin de derrocar al gobierno sirio, malograr un proyecto de nación y luego disponer del territorio.
Simultáneamente, parece saludable el debate sobre si es o no ética la publicación de la imagen del niño, pero el riesgo es que sea usado para evitar otro debate de fondo: qué información circula en el mundo y, mirando los alrededores, qué datos recibimos y cuáles nos son ocultados como para que la imagen del cadáver de Aylan tuviera el efecto de despertarnos y hacernos conocer y pensar en una tragedia que no tiene nada de nueva.
Fuente: página12, 9.9.15 por Hugo Muleiro, escritor y periodista, presidente de Comunicadores de la Argentina (Comuna).

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