El poder de la agenda

¿Cuáles son los efectos de los medios de comunicación? ¿Qué actores inciden en la construcción de la agenda de temas que la prensa cubre u oculta? ¿Cómo interactúa esa agenda con la agenda pública y la agenda política? Las posibles respuestas a esos interrogantes formaron parte, durante mucho tiempo, de una discusión que parecía restringida a los ámbitos académicos. Sin embargo, el debate se popularizó en los últimos años hasta convertirse en eje de las conversaciones cotidianas en buena parte del mundo occidental.
Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Quilmes e investigadora del Conicet, Natalia Aruguete es también colaboradora de Página/12 y Le Monde Diplomatique. Con esa doble perspectiva que brindan la academia y el oficio periodístico, ha centrado sus estudios en esas vinculaciones entre la agenda mediática y la pública. En su libro El poder de la agenda. Política, medios y público (Editorial Biblos) reconstruye desde una mirada crítica las distintas fructificaciones –y derivaciones– que ha tenido la teoría de la “agenda setting”, surgida de la mano de Maxwell McCombs y Donald Shaw a fines de los años sesenta.
El análisis de los efectos de largo plazo que proponen estos investigadores norteamericanos implica el paso del modelo transmisor –que había imperado desde los años veinte– a otro centrado en el proceso de comunicación. Aquí los efectos no son inmediatos sino acumulativos y actúan en el plano cognoscitivo, no en el del comportamiento. Esta teoría sostiene que los medios no son omnipotentes en la construcción de las agendas públicas pero sí influyen en la elección de los temas sobre los que los ciudadanos debaten.
Más que una cronología, Aruguete traza un mapeo de las distintas fases –coexistentes– que ha surcado la teoría del establecimiento de agenda. Así, se observa el pasaje de un primer momento en el que prima el análisis de los efectos cognitivos de los medios a otro en el que se estudian las “condiciones contingentes”; es decir las variaciones en los efectos según factores demográficos y socioeducativos y de acuerdo al tipo de medio. En una tercera etapa, se aborda el tratamiento mediático de los “atributos”, y se determina que los medios no sólo indicarían sobre qué pensar sino también cómo pensar acerca de determinados temas o personalidades.
Luego se comienza a reflexionar sobre el proceso de construcción de esa agenda y se pone el foco en la tensión constante entre los diferentes factores que intervienen en la construcción de las noticias, y que incluyen desde la concepción de los medios como actores políticos hasta el papel que juegan los criterios de noticiabilidad, las rutinas productivas y la relación con las fuentes, entre otros factores. Sin embargo, el libro también da cuenta de las insuficiencias de este tipo de estudios, que confunde a las “fuentes” con los “actores” que pueden incidir en la agenda de un medio; en especial, a partir de la decisión de volverse invisibles en determinados momentos para luego “aparecer” cuando las condiciones se estabilizan.
Con el nuevo siglo se sumaron perspectivas que analizan la eficacia política de las coberturas informativas y su efecto sobre el comportamiento de la audiencia; y otras que plantean un modelo de “agenda setting” en red, en el que los medios conectan la información nueva con aquella que ya existe en la mente de la audiencia.
Pero Aruguete no sólo reconstruye ese mapa teórico sino que va más allá y cuestiona los postulados de la “agenda setting” desde la lectura de perspectivas y corrientes con las que esta concepción se ha enfrentado, tanto conceptual como epistemológicamente. En esa búsqueda, advierte que “ninguna teoría es tan vasta como para dar respuesta a todas las inquietudes que surgen en su aplicación como herramienta para comprender la realidad. Que no es tal, por cierto”.
En las últimas páginas, aborda los interrogantes que se abren con la irrupción de los medios digitales. Así, expone estudios que indican que estas plataformas parecen acentuar –y no menguar– la concentración de la agenda. Sin embargo, la investigadora señala que estos dispositivos “no sólo contribuyen en una diversificación de las fuentes a la que distintos grupos recurren en función de intereses particulares sino que, además, forjan oportunidades de empoderamiento en pos de desafiar las agendas oficiales dominantes, más que en ningún otro período”.
El poder de la agenda es, en definitiva, un libro recomendable no sólo para estudiantes, docentes e investigadores de la comunicación sino también para los periodistas, ya que contribuye a reflexionar sobre las rutinas de trabajo y los mecanismos y los actores que intervienen en el proceso de selección y de construcción de las noticias.
Fuente: Página12, 30.9.15 por Manuel Barrientos, argentino licenciado en Comunicación UBA, periodista.

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