Javier D. Restrepo: Si algo redime al poder (y al periodismo), es cuando se convierten en servicio

Javier Darío Restrepo dirige desde hace años el Consultorio Ético de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Aunque no se coincida con él, éste hace un enorme esfuerzo en  reflexionar y sistematizar la ética periodística.
En cuanto habla, don Javier enseña. Periodista colombiano, maestro de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) en ética periodística; hasta el 30 de octubre había respondido la consulta 1.618 del conocido Consultorio Ético de la FNPI, que está a su cargo. El profesor Restrepo estuvo en La Paz en la primera semana de noviembre; participó como expositor en el XI Congreso Hispanoamericano de Prensa, cita organizada por la carrera de Comunicación de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), cuyo tema central era “Periodismo: comunicación e interculturalidad en los procesos de transformación social y política”.
De las múltiples entradas que puede tener la cuestión de la ética periodística, en la entrevista con Animal Político se trató de concentrar la atención en la relación entre el periodismo y el poder, o los poderes (políticos, económicos, sociales o culturales). Al respecto, Restrepo encuentra una peculiar coincidencia: lo que realmente puede “salvar” tanto al poder como al periodismo de sus respectivas degeneraciones es comprenderse y ejercer, ambos, servicio a la sociedad.
— Vino a hablar de periodismo y transformación social, un tema un poco complicado políticamente…
— Las transformaciones sociales no se hacen con pueblos mudos, ni se hacen con unanimismos. Una transformación social supone choque de fuerzas, intercambios, crítica, deliberación; esto pone en evidencia la  necesidad de la recuperación de la palabra para las transformaciones sociales; el equilibrio lo hace la palabra, pero la palabra en boca de la  sociedad porque esa palabra le permite, en primer lugar, la fiscalización; en segundo, mirar qué se hizo bien, para estimularlo, y en tercer lugar, proponer; eso hace que haya un intercambio, un flujo entre gobernantes y gobernados, y la función de los medios de comunicación es potenciar esa palabra.
— ¿Y el trabajo del periodista? A ratos parece que está obligado a alinearse a uno u otro lado.
— Eso nos lleva a la identidad profesional. En los muchos años que llevo recibiendo consultas sobre todos estos temas, he llegado a la convicción de que en el fondo de todos los problemas éticos hay una falta de identidad profesional; es decir, saberse responder cabalmente para qué es esta profesión y esta profesión no es simplemente para garantizar el mercadito semanal, va mucho más allá, es una profesión de servicio a la sociedad. El periodista no es un funcionario, es alguien que trabaja para la sociedad, un trabajador social; está en una empresa privada, pero su función es pública; está en una empresa que hace negocio, pero él no puede negociar con la información, porque ésta le pertenece a la  población. Entonces, es claro que quien tiene la clave en esta utilización de la información para transformaciones sociales es el propio periodista. Usted me dirá, y con toda razón, ¿qué puede hacer un periodista frente al poder de una empresa? Es su tarea. ¿Qué puede hacer un soldadito frente a los grandes poderes? Es su tarea. Primero, vencer su miedo y luego ser un buen soldado. El arma principal que maneja un periodista es su independencia, porque esa independencia le da credibilidad, y ésta garantiza su compromiso con la verdad.
— El punto de vista, el enfoque, es lo que hace al periodista, y ahí inevitablemente se cruza la ideología, su ideología…
— Primero distingamos. Una cosa es ideología y otra es información. Una cosa es la propaganda con que se difunden las ideologías y otra, la información que te permite el acceso real a los hechos, Mi trabajo como periodista no es hacerle propaganda a nadie, sino lograr el acceso a la realidad de los que reciben mi información. La información debe corresponder a los hechos, los hechos de por sí tienen una fuerza superior a los discursos; se puede decir, haciendo comparación con otra frase, “un hecho dice más que mil discursos”, tiene más poder, porque el hecho es lo que está ahí, lo que no se puede discutir, lo que nadie puede ignorar, ese es el hecho. Primero el hecho, después vendrá la tarea del comentarista, que va a mirar esos hechos a través de sus propias ideas. Yo tengo que dar la materia prima de la opinión, y esa materia prima es el hecho; por tanto, yo no puedo permitir que en mi trabajo se confundan el hecho y la ideología.
— En el Consultorio, usted recomienda: “cuanto más distantes del poder, mejor”.
— Porque la distancia del poder permite examinarlo; cuando uno está cerca del poder pasa lo que con los árboles, que no dejan ver el bosque; y luego, el poder es inmensamente peligroso para el periodista porque tiene su atractivo, y el periodista fácilmente se puede enamorar del poder y de las ventajas que tiene; entonces, va y sirve al poder, pero deja de servir a la sociedad. Por eso es importante que el periodista esté en el punto de equilibrio entre dos extremos: entre el extremo del periodista que está al servicio del poder, y (el extremo del periodista) que se vuelve el antipoder, y que es enemigo del poder porque sí. Entre los dos está el periodista que toma distancia para examinar el poder, para fiscalizarlo y para presionarlo, con el fin de que se vuelva un servicio a la sociedad; si algo redime al poder, es cuando se convierte en servicio.
— Ahora, el periodista también deberá cuidarse de ejercer el oficio como otro poder…
— Sí. Y es uno de los peligros que uno tiene como periodista, ejercer el periodismo como poder. A mí con mucha frecuencia me piden “un consejo para los periodistas”; siempre repito el mismo: “Ejerza el periodismo como servicio y no como poder”; y si es posible ampliarlo, les digo: “Cuando uno ejerce el periodismo como poder, se condena a ser un periodismo mediocre; si, por el contrario, ejerce el periodismo como un servicio, está en el camino para ser un periodismo de calidad”.
— ¿Cómo definiría “periodismo comprometido”?
— Periodismo que tiene una intencionalidad, y es la intencionalidad de servicio a la sociedad, porque pueden haber otros compromisos: “estoy comprometido con el negocio de mi noticiero o de mi periódico”, ya ése es un compromiso bastardo; en cambio, si el compromiso es con toda la sociedad, y yo no estoy haciendo periodismo simplemente como una rutina, para ganar mi sueldo, sino que estoy haciendo un periodismo con una intención, de que algo cambie todos los días, ya ése es un periodismo de compromiso.
— En Bolivia y en otros países se han desarrollado mucho los medios estatales, los medios públicos, que no está mal, pero que son parte del poder. ¿Y el periodismo allí?
— Este es un tema muy interesante que me lo han planteado en varias ocasiones personas que trabajan en entidades públicas. Usted me consulta, cómo se puede hacer un periodismo ético. Tiene la gran oportunidad. Usted tiene que dejar inicialmente las cosas muy claras: “yo soy periodista y estoy para prestarle servicio a toda la sociedad, no estoy para convertirme en agente de relaciones públicas del ministro, del viceministro o de quien sea; estoy para prestarle el servicio que él debe prestarle a todo mundo”. Por tanto, es un periodismo que tiene como gran prioridad el servicio a toda la sociedad y, desde luego, lo que haga el funcionario que está al servicio de toda la sociedad, eso, magnífico, se difunde; y todo lo que haga el señor que no está al servicio de toda la sociedad, sino de su propio interés, qué pena señor, y pongo en riesgo mi puesto, pero eso hay que informarlo también, decir: “son funcionarios que conservan su capacidad crítica, y es una capacidad de crítica que está inspirada por su voluntad de servir a toda la sociedad”.
— Su país, Colombia. El periodismo en situaciones de conflicto, parece ser uno de los momentos más difíciles.
— Sí. Generalmente los conflictos son el resultado de una falta de   comunicación, y el periodista es quien puede restablecer esa comunicación, pero eso supone en el  periodista varias condiciones indispensables. Primero, que el periodista deje de estar de uno o de otro lado, sino que comprenda que está al servicio de toda la sociedad; segundo, que comprenda bien cuáles son las dificultades que existen entre esos dos grupos; quien comprende esas dificultades tiene elementos suficientes para hacerles entender que el conflicto entre ellos es soluble, o para hacerles encontrar posibles soluciones; el periodista siempre es alguien que está intermediando, en cualquier circunstancia, porque su instrumento es la palabra y la palabra es la gran intermediadora entre gente que necesita comunicarse.
— Hay también lo que se llaman las “causas nacionales” de un país. ¿Cómo el periodista tiene que jugar ahí?
— No sé si recuerdas un conflicto que hubo entre Ecuador y Perú. Se hizo un taller con periodistas ecuatorianos y peruanos, a propósito del conflicto, y la pregunta era, ¿cuál es nuestro papel en esto? Se comenzó con la parte negativa, qué es lo que no se debe hacer. Como dije, lo que no debe hacer usted es tomar partido, ya de entrada; usted como periodista no sirve si se vuelve nacionalista, entre otras cosas porque los nacionalismos son una enfermedad de la mente; yo como periodista me tengo que vacunar contra esa enfermedad, y mi vacuna se llama “mi misión es contribuir a la paz entre éstos”; mi misión es que con la información se disminuya el número de muertos y si es posible que no haya más muertos; mi misión es que pueda haber armonía entre dos pueblos que están llamados a ser hermanos. Todo eso parece inmensamente idealista, pero es que todo en periodismo es idealismo; nosotros, al comprometernos a construir con las palabras, ya estamos idealizando. La palabra, que tiene un peso parecido al de una mariposa, ¿puede tener todo ese poder? Sí lo tiene, porque nosotros no trabajamos con los músculos de la gente, sino con su inteligencia. Y esa es la otra condición: yo no tengo que trabajar con las sensaciones, sino con la inteligencia. No informe para los sentidos solamente, informe prioritariamente para la inteligencia, para que la gente entienda y llegue a la conclusión de que está ante un absurdo. Ésa es la tarea.
— La última. Esto del moscardón y el zumbido, la ética.
— Te cuento el origen de esa frase, y fui testigo calificado de eso. Se iba a hacer el primer taller, en 1995, en agosto, de ética de la Fundación (FNPI). Eran como 20 periodistas de distintos países, cuando llegó Gabriel García Márquez, y me dijo: “Darío y cómo va a ser la vaina”; le respondí: “Va a ser con casos concretos, no vamos a echar discursos ni teorías; casos concretos que se van a solucionar y a partir de ahí nos vamos a dar cuenta de los valores éticos. Hay una cosa que me preocupa y quiero dejar muy clara para los participantes de este taller, y es que en periodismo la ética y la técnica no se pueden separar; si tú eres un periodista muy ético, tienes que tener muy buena técnica, y viceversa”; y me dijo: “Sabe que yo estoy de acuerdo con eso, son tan inseparables como el zumbido y el moscardón’.
Datos
Nombre: Javier Darío Restrepo
Nació: En Jericó, Antioquía, Colombia, en 1932
Profesión: Periodista, profesor de ética periodística
Perfil: Periodista en prensa escrita y televisión, catedrático de las universidades Javeriana y de Los Andes (Colombia). Fundó la Comisión de Ética del Círculo de Periodistas de Bogotá; miembro del grupo Medios para la Paz. Objeto de varios premios, escribió, entre otros: Del misil al arado (1989), Ética para periodistas (1991). El zumbido y el moscardón (FNPI).
Fuente: Animal Político-La Razón, 15.11.15 por Iván Bustillos

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