Ante la proximidad del Día del Periodista, a celebrarse con ruido de medallas y aplausos, cabe algunas reflexiones acerca de este maravilloso quehacer cotidiano difundido en el avasallante siglo XXI en que vivimos.
El periodismo ha sido definido como el medio en el cual se despliega el acontecer diario impulsado por una sociedad de disentidos principios morales, intelectuales y políticos. El poder del periodismo, frente a la pluralidad social, enfrenta a las fuerzas que tienen cierta libertad de acción bajo el amparo del sistema democrático, siempre que dicho régimen se ajuste a la libertad de pensamiento, creación y difusión que vaya en beneficio de toda la colectividad, no así cuando surgen las pasiones políticas que desconocen los derechos humanos y se sirven tanto de la prensa, como de la mentada democracia, sólo con el fin de lograr un beneficio personal.
Por naturaleza, el hombre es un libre pensador, aunque muchas veces no piensa porque está sujeto a condiciones que lo apartan de la realidad y lo dominan encaminándolo hacia confines que se apartan del bien social y benefician a sectores partidarios, organizaciones sindicales u otras agrupaciones que tratan de imponer un criterio equivocado, a veces logrado con el recurso extremo de presiones masivas y amenazas que ponen en riesgo la vida, como se constató en épocas pasadas.
En los tiempos actuales se observa que no es libre pensador quien lo quiere, sino quien puede serlo, porque llegamos a evidenciar que periodistas de criterio formado y de innegable inclinación a la verdad fueron amenazados, perseguidos y silenciados, lo cual es referencia clara del desconocimiento a los principios democráticos.
El periodismo de hoy, no obstante el gran apoyo tecnológico actual, no llega a desplegar en sus páginas, en sus micrófonos o en pantalla cromática lo que todo lector, radioescucha o telespectador espera. La crónica roja ha tomado las emisiones televisivas en un alto porcentaje, lo que hace imposible mantenerse frente a canales que “desangran” homicidios, suicidios, violaciones y otros males de cierta sociedad en decadencia, o que no tiene una formación moral impuesta en un hogar con principios morales.
El reportero es responsable ante los hechos que llegan a un medio de comunicación. El editor tiene la obligación de presentar la noticia acorde con la sensibilidad de la mayoría de quienes siguen programaciones en radio y televisión, o aquellos que eligen las páginas diarias de publicaciones impresas.
La formación ética en todos los niveles de la sociedad busca lo mejor del periodismo para comprender la realidad de los hechos y sacar conclusiones propias que pueden ser coincidentes con el pensamiento de editorialistas y columnistas, de tal manera que la gente conozca los beneficios de la libertad de expresión y mantenga siempre renovado el principio democrático de periodismo libre y no como patrimonio de un gobierno determinado, más aún si ha sido elegido en ánforas democráticas; de no ser así, la democracia se derrumba y surge el totalitarismo que oprime y destruye. Si Democracia es participación de un pueblo con el gobierno, todos se preguntan: ¿por qué no gobernar en paz con toda la población dirigida a generar acciones comprometidas tendientes a una creación de conciencia personal y social?
El periodismo es una escuela de flexibilidad donde el Buen Periodista maneja con maestría el lenguaje apropiado a la contundencia de los sucesos recogidos por el Reportero, cimiento de todo medio de comunicación, pero si esa fuente llega a ser controlada con fines determinados, la información deja de ser tal y pasa al nivel de adoctrinamiento, que puede tergiversar la noticia dando paso a una velada censura, consecuencia del miedo, el odio y la discriminación hacia quienes no siguen el camino trazado por los falsos demócratas.
Tampoco puede concebirse la libertad de expresión sin responsabilidad. Los periodistas que reciben beneficios desde el oscurantismo de un periodismo servil son más peligrosos que los informantes voceros del periodismo oficialista, porque estos difunden abiertamente los intereses de una causa política. Los otros son una “especie” de equilibristas en cuerda floja.
Fuente; Página siente, 6.12.15 por Mario D. Ríos Gastelú, periodista boliviano