Quillacollo y su devoción por la radio

Radio Independencia fue la primera radio local de propiedad del minero Genaro Frontanilla, quien la instaló en 1964 e inclusive fijó sus parlantes en los balcones del edificio municipal para hacerla popular | Archivo
Radio Independencia fue la primera radio local de propiedad del minero Genaro Frontanilla, quien la instaló en 1964 e inclusive fijó sus parlantes en los balcones del edificio municipal para hacerla popular | Archivo
En todos los tiempos, y frente a cualquier otra actividad humana, el periodismo es el que se ejerce con notoria anteposición de las adversidades. Adversidades identificadas, principalmente, en los ámbitos: económicos, técnicos y políticos, y en medio de las primeras condicionantes, Quillacollo abrió espacio para la experiencia radiofónica en la década de los años 60 del anterior siglo; la impresa la antecedió en más de 50 años.
Tales afirmaciones tomaron asidero en la fase testimonial de la tertulia del periodismo quillacolleño de los años 60 y 70 del siglo pasado, realizado hace unos días en ese municipio, con el auspicio del Sindicato de Trabajadores de la Prensa del Valle Bajo.
Los participantes  de la misma, pusieron de relieve y con marcada nostalgia, la extrema voluntad de las primigenias tareas radiales, cuyos declarantes: Guido Nágera Valdez, Juan Clavijo Román, Carlos Vargas Flores, Hugo Santos Ecos, Néstor Gamón, Ángela Mamani, Víctor Hugo Troncoso Quiroz, Leidy Santos, precisaron que Radio Independencia, fue la primera radio local de propiedad del industrial minero Genaro Frontanilla, quien instaló en 1964 la primera radioemisora, inclusive sus parlantes, para hacerlo más popular, los fijó en los balcones del edificio municipal, cuyos ejecutivos ediles, en alguna ocasión, pretendieron adquirir la radio en atención a su premonitorio impacto social, pero las gestiones ulteriores evitaron su consumación.
El innovador medio masivo extendió sus actividades a la promoción y aliento a las expresiones artísticas quillacolleñas; una de ellas, las veladas sabatinas desde el Teatro Municipal Teófilo Vargas, que posibilitó que artistas de variado repertorio ofrezcan conciertos para la población, obviamente, transmitidas por la Radio Independencia.
El industrial propietario dedicado más a su particular actividad, obligó la delegación de la administración a José Antonio Bascopé, notorio jurista local de la época, quien instaló la radio en un predio colonial de las inmediaciones de la plaza 6 de Agosto. La actividad radial cambió definitivamente la cotidianidad y modificó los patrones culturales de la población quillacolleña.
Guido Nágera, un apasionado radialista de la época, enfatizó acerca de las labores que cumplían los reporteros y periodistas de ese entonces, como José Ferrufino (operador), René Olmos (deportes),  David Robles y Emilio Mendiola (prensa), entre otros, que –sin pretensiones económicas– volcaron su entusiasmo a las primigenias actividades periodísticas, situación que encontró su declive un par de años después, por la insuficiencia económica que impedía continuar con sus labores, hasta que el silencio se apoderó de la misma.
René Rojas Baez, un inquieto y visionario personaje, adquirió después los equipos y la licencia de operación de la radioemisora, misma que reanudó sus emisiones el 12 de septiembre de 1967.
En esta segunda época, fue otra pléyade de quijotes jóvenes que se adhirieron a la experiencia radiofónica quillacolleña. Entre ellos están: Tomás Montaño Arce, Abel Espinoza Real, Guido Nájera Valdez, Juan Clavijo Román, Carlos Lenis Viscarra, Marcial Sejas Méndez, Rafael Peredo Antezana, Fausto Collpari, Alfonso Rojas Moncayo, Víctor Fernández Coca, Freddy Daza, Mario Limachi, Teófilo Terán, Daniel Rojas, Reynaldo Benavides, Alex Blanco y una infinidad de personas, que se inscribieron en esta experiencia y que, inobjetablemente dejaron marcada huella.
R.I.Q. (Radio Independencia de Quillacollo) que así se la identificaba, en casi tres décadas de ininterrumpidas labores, incuestionablemente representó a la voz oficial de Quillacollo, lapso que también sirvió para constituirse en un centro de formación de nuevos representantes para la vorágine de la radiodifusión.
La elaboración de libretos para todos los programas, y la previa y rigurosa planificación, se convirtieron en norma de trabajo de todos los que tenían vinculación con la programación. No obstante, sus funciones también se orientaron a otros ámbitos, como la organización de eventos de significativa envergadura: las Ferias Nacionales Agropecuarias, realizadas en la escuela Darío Montaño, que posteriormente inspiraron a organizar similares pero con mayor proyección y perspectiva, como es la actual Feria Internacional de Cochabamba.
Más adelante, Carlos Vargas, artista y gestor cultural, en otra de sus intervenciones, reveló que durante las actos beligerantes de la Guerra del Chaco, las familias con recursos económicos solventes disponían de radiorreceptores, por ese hecho los vecinos, parientes y amigos, solían acudir a sus domicilios para departir las “audiciones”, mientras que a su turno, la Alcaldía instaló parlantes en su edificio para la audiencia “popular”. En esas emisiones generalmente se escuchaban radios de la Argentina. Ante esa situación el Gobierno Nacional de ese entonces gestó la creación de radio Illimani, actual Patria Nueva.
Otra osadía radiofónica local fue revelada por Víctor Hugo Troncoso Quiroz, que perteneció al Centro de Estudiantes Cientistas de Quillacollo (CECQ), ente que a mediados de la década de los años 70, organizaba las ferias científicas estudiantiles. En una de ellas se logró construir un radiotransmisor rústico,  y que solía salir al éter con carácter experimental. Tiempo después, se identificó como la primera radio estudiantil de Bolivia, en virtud a una licencia legal obtenida. Obviamente, ese entusiasmo se sustentó simplemente en la efervescencia juvenil.
En la tertulia también menudearon las anécdotas e inclusive propuestas para seguir con este tipo de actividades, que enfaticen la recuperación de la memoria popular que aceleradamente se extingue, preocupación que adquirió la categoría de compromiso.
Contemporáneamente, y con mayores criterios radiofónicas, se inscribieron en esta práctica: Radio Quillacollo, Radio Urkupiña y otras que compiten con el maremágnum del desarrollo tecnológico y la exigente audiencia, situaciones que dejan virtualmente a la “devoción” y a la pasión por la radio de otrora, como parte simplemente de la nostalgia.
“El innovador medio masivo extendió sus actividades a la promoción y aliento a las expresiones artísticas quillacolleñas; una de ellas las veladas sabatinas desde el teatro Municipal Teófilo Vargas, que posibilitó que artistas de variado repertorio ofrezcan conciertos para la población, obviamente, transmitidas por la Radio Independencia”.
Fuente: Los Tiempos, 15.5.16 por Johnny Fernández Rojas, periodista e  historiador.

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