Sí, las noticias pueden sobrevivir a la muerte de los diarios de papel

Un día, dentro de muchas décadas, cuando tus nietos te pregunten: “Abuela, ¿qué era un periódico?”, podrás hablarles del martes 6 de septiembre de 2016, porque este bien podría ser el día en que los periódicos estadounidenses tal como los conocíamos salieron de terapia intensiva y llegaron al área de cuidados paliativos en su camino hacia el más allá.
La Newspaper Association of America, el organismo gremial que ha representado los intereses de una u otra manera de los editores de los principales diarios desde 1887, sacará de su nombre la misma palabra que la definía: newspaper (periódico).
Ahora el grupo se llamará News Media Alliance (Alianza de Medios Noticiosos).
Hay una razón obvia detrás del cambio: la cantidad de diarios continúa disminuyendo, lo que ha reducido el número de miembros de la asociación (de una cantidad aproximada de 2700, en 2008, cayó a 2000, dicen sus dirigentes).
Sin embargo, el problema principal, según me dijo su presidente ejecutivo, David Chavern, es que la palabra “periódico” ya no es el significante adecuado para nombrar a muchos miembros del grupo, incluyendo The Washington Post, The New York Times y Dow Jones. Estos miembros pueden contar con diarios impresos, pero presentan elevados porcentajes de lectores en línea. De hecho, en la actualidad ni siquiera se puede hablar exclusivamente de “lectores”, cuando hay tantos millones que son “espectadores” de videos informativos en línea.
Luego están todos esos organismos de noticias digitales que hasta ahora no podían unirse a la asociación porque no contaban con ediciones impresas, como BuzzFeed o el Independent Journal Review (este último es uno de los primeros miembros que no publica un periódico). El requisito de contar con una versión impresa era innecesario para un organismo que necesita de la mayor cantidad de miembros posible para enfrentar numerosos desafíos existenciales, tales como el bloqueo de anuncios digitales, el fraude en publicidad o los agregadores que roban material y luego lo usan para competir.
“’Periódico’ ya no es una palabra lo suficientemente amplia para describir a la industria”, mencionó Chavern. “El futuro de este sector es mucho más extenso”.
A medida que el dinero por publicidad —que durante mucho tiempo financió el periodismo— se esfuma en el éter electrónico, no se sabe con certeza si los mejores servicios que los periódicos proporcionaban —obligar a los funcionarios a que dieran explicaciones, arrancar de raíz la corrupción— seguirán con vida.
En todo caso, la “eficiencia” actual podría hacer regresar a los lectores debido al bombardeo de noticias sin sentido o, en el peor de los casos, de desinformación. Solo hay que ver lo que sucedió después de que el Goliat de la transformación digital, Facebook, se deshiciera del equipo de editores que se hacía cargo del proceso de selección de sus “temas actuales”.
Al hacerlo, le dieron mayor control a un algoritmo.
Con una menor injerencia de humanos con criterio, el algoritmo promovió una noticia sobre un hombre que tenía relaciones sexuales con un sándwich McChicken, y seleccionó un reporte falso que decía que Fox News se desharía de su estrella principal, Megyn Kelly, porque se había pronunciado a favor de Hillary Clinton. Ella no había hecho tal cosa.
El programa de Facebook eligió esa historia falsa y la nota sobre el McChicken porque esas noticias estaban teniendo muchos clics en internet, y por lo tanto las consideró “tendencias”.
Estos ejemplos representan lo peor que puede pasar cuando las empresas de medios compiten para ofrecer a sus lectores lo que es popular (algo muy fácil de reconocer en esta era de mediciones de datos a toda hora) a expensas de lo que es verdadero o informativo.
Esto se exacerba cuando se saca del paquete a los periodistas con experiencia y criterio.
Lo ocurrido en Facebook no estuvo muy lejos de la situación apocalíptica que John Oliver mostró hace poco en su programa de HBO, Last Week Tonight.
Al hacer una parodia de la película Spotlight —sobre los reporteros del Boston Globe que revelaron abusos sexuales en la Iglesia católica—, Oliver imaginó una “red multiplataforma de distribución de contenidos” (lo que antes era un “periódico”) que soslaya un escándalo de corrupción gubernamental a favor de una nota potencialmente más popular sobre una criatura que parece al mismo tiempo un mapache y un gato: un “mapagato”.
La manera de pensar hoy en este sector es que el diario moderno (la empresa de noticias conocida antes como periódico) puede presentar tanto la nota del “mapagato” como la de la corrupción en el palacio de gobierno. Es decir, que puede conservar su misión de servicio público al mismo tiempo que ofrece artículos para generar tráfico en línea. Sin embargo, lo más seguro es que deban hacerlo con menos recursos y un equipo de reporteros más pequeño. Eso significa dejar de cubrir algunas historias, lo que en el mejor de los casos podría significar la omisión de historias de incendios que no sean letales con tal de perseguir a un pez más gordo, y en el peor significaría deshacerse del reportero a tiempo completo en el gobierno municipal.
Quienes no conocen y no aprecian a la prensa pueden decir que las empresas noticiosas se están quedando sin trabajo porque el público las está rechazando, pero no es así. A través de la publicación en internet, los periódicos están llegando a más personas que nunca.
El problema está en cómo ganar dinero. La circulación de periódicos en papel está decayendo, lo mismo que la publicidad impresa: los anuncios digitales son incluso menos redituables. El truco es encontrar una manera de compensar las ganancias perdidas.
Eso nos lleva de vuelta al punto en que comenzó esta columna. El periódico, como lo hemos conocido, está muriendo. Habrá menos razones por las que llorar, e incluso algo que celebrar, si nos damos cuenta de que tiene un alma atemporal que perdura.
Fuente: The New York Times, 8.9.16 por Jim Rutenberg, periodista norteamericano

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